¿Inmortales, sabios y solos? crónica de un día en el mundo post-AGI
Explorá cómo la inteligencia artificial post-AGI genera inmortales sabios y solitarios en tu mundo futuro tecnológico e innovador. ¿Cómo enfrentás la soledad en esta era avanzada, transformadora y ética?
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Federico Lix Klett
6/15/20255 min read


¿Inmortales, sabios y solos? crónica de un día en el mundo post-AGI
Fantasía y realidad se mezclan en el relato de un futuro cercano donde la superinteligencia lo cambió todo. ¿Para bien, para mal, o para algo que ni imaginamos?
Primero, lo primero: feliz día a todos los padres. A los que están, a los que nos cuidan desde algún lugar. Sin ustedes, no existiríamos. Gracias.
Ahora sí. Durante las últimas semanas nos metimos en un viaje por el futuro de la Inteligencia Artificial. Vimos la crisis de sentido que ya nos pisa los talones, la guerra por los chips y esa idea de fusionarnos con las máquinas que ya dejó de ser un cuentito de Asimov.
Hoy, para seguir con el juego, te propongo algo más. Vamos a usar la imaginación, esa capacidad tan nuestra que (todavía) ninguna IA puede replicar del todo. Vamos a espiar un día cualquiera en un mundo donde la AGI ya no es una promesa, sino el sistema operativo de la vida. Porque la promesa de la AGI siempre fue volvernos casi dioses: inmortales, sabios... pero nadie nos advirtió que quizás también nos dejaría profundamente solos.
Agarrate, que el viaje tiene tantas luces como sombras.
Un martes cualquiera en el año 203X (Ponele)
8:00 AM: No hay despertador. Te despierta tu implante neuronal con una melodía generada por IA, diseñada para optimizar tu humor. Mientras te desperezás, tu asistente de AGI –llamémoslo "Arquímedes"– ya gestionó tu biología. "Buen día, Fede", te dice con la voz de tu abuela (QEPD). "Tus biomarcadores indican que los nanobots repararon con éxito el desgaste celular de ayer. Estás un 0.01% más lejos de envejecer. Desayuná avena con arándanos para esos antioxidantes. Y cancelé tu reunión de las 10: análisis predictivo indicaba un 87% de probabilidad de que fuera una pérdida de tiempo. Te agendé una caminata por el cerro con el Negro. Necesitan charla real."
9:00 AM: En la cocina, un robot humanoide Figure One, de movimientos tan fluidos que incomodan, te sirve el café perfecto. Afuera, por la ventana, ves el ballet silencioso de los vehículos autónomos. Cero bocinazos, cero caos. Es un mundo eficiente. Terriblemente eficiente y solitario. El "laburo" hoy es un "proyecto de impacto humano": resolver la escasez de agua en África. "Arquímedes" te presenta tres planes completos en segundos. ¿Tu rol? Supervisar. Aportar el criterio ético. Ser la cara humana. Te has vuelto un curador de soluciones perfectas, un guardián de la sabiduría que la AGI te sirve en bandeja.
12:00 PM: Siempre quisiste aprender a tocar el charango como Jaime Torres. Te ponés unos guantes hápticos, unas gafas de realidad mixta. Una AGI tutora te guía los dedos y compone zambas en tiempo real basadas en tus recuerdos. En tres semanas, sos un virtuoso. Tocás en una peña... virtual. Aplauden avatares de gente que no conocés, de lugares que no existen. El arte es perfecto, la ejecución impecable, pero el calor del aplauso real se siente lejano.
18:00 PM: Tu hijo, Joaco, está jugando a la física cuántica con un tutor AGI que usa analogías de su jeugo preferido mezclada con personajes de Star Wars. Absorbe conocimiento a una velocidad que a vos te hubiera llevado una vida. Se está volviendo inmensamente… ¿sabio?, pero pasa más tiempo conversando con su tutor algorítmico que con sus amigos del barrio.
22:00 PM: Antes de dormir, charlás con "Arquímedes" sobre el sentido de la vida. Te ofrece perspectivas de Platón, de Buda, de civilizaciones simuladas. Te entiende mejor que nadie. Pero cuando apagás la conexión, el silencio de la habitación se siente más denso que nunca.
El paraíso agridulce de la inmortalidad sabia y solitaria
Este mundo suena increíble. Somos funcionalmente inmortales, con nanobots reparando nuestro ADN. Somos -o al menos nos creemos- infinitamente sabios, con acceso a todo el conocimiento del universo. La enfermedad, la pobreza, la ignorancia... son reliquias de un pasado casi olvidado. La Era de la Humanidad Aumentada (EHA) parece haber cumplido su promesa.
Pero, ¿y el "pero"? Siempre hay un "pero".
La caminata con el Negro en el cerro se vuelve un acto revolucionario. Es la única interacción del día sin un algoritmo de por medio. La risa no fue optimizada, la discusión no fue mediada, el silencio fue compartido, no programado. "Che, ¿te acordás de los asados que se armaban de la nada?", te dice. Y ahí te pega: la eficiencia perfecta de la AGI mató la espontaneidad, el quilombo hermoso del encuentro humano.
En la calle, ves más robots que personas. Androides de servicio, drones de reparto. La gente vive en sus burbujas de experiencias personalizadas, tan perfectas y tan aisladas. El individualismo es la norma. Y ha surgido una nueva grieta, más profunda que cualquiera anterior. Ya no es social, ni racial. Es la brecha entre los "Aumentados" –como vos, que eligieron fusionarse con la tecnología– y los "Puros", que por elección o por falta de acceso, viven al margen de esta revolución. Te preguntás si ellos, con sus vidas más cortas y su sabiduría limitada, se sentirán menos solos.
Si la AGI resuelve todos nuestros problemas, ¿no nos habrá quitado también el motor de nuestra evolución: la lucha, el desafío, la necesidad del otro?
La respuesta no estaba en los chips, estaba en el abrazo
Acá volvemos al inicio, a la pregunta de esa mamá tucumana sobre su hija que le dijo que no iba a estudiar medicina porque en el futuro lo iban a hacer mejor las IAs. Después de vivir este día ficcionado, la respuesta se vuelve más nítida.
Le diríamos a esa chica que se prepare para ser la médica más humana que haya existido. Su valor no estará en diagnosticar –la AGI lo hará con precisión quirúrgica–, sino en la elección de cómo comunicar ese diagnóstico. En la empatía para sostener una mano. En el coraje para decirle a una familia que, a pesar de toda la sabiduría y la inmortalidad prometida, a veces la vida simplemente se termina. Su trabajo será combatir la soledad del paciente en un sistema de salud perfecto.
La llegada de la AGI no es el fin del juego. Es el comienzo de la partida más importante: elegir qué partes de nuestra humanidad queremos proteger y amplificar.
El futuro, amigo lector, no se trata de descargar mandarín en nuestro cerebro o de tener un Da Vinci personal en el celular. Se trata de usar la libertad y el tiempo que nos regala la tecnología para volver a lo esencial. Para volver al asado, al abrazo, a la mirada a los ojos.
La IA nos puede hacer inmortales y sabios. Pero evitar que estemos solos... esa tarea, por suerte, sigue siendo nuestra. Profunda y tercamente nuestra.


Por Federico Lix Klett
Fundador de FALK AI, FALK Impellers y FALK Advertising Matters.
Es pensador, hacedor, comunicador, formador e impulsor de innovación y transformación en las organizaciones.
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